En Explosión Primaria, Norman González (Artcore) articula una reflexión plástica sobre los orígenes de la materia y la tensión entre creación y disolución. A través de una estructura radial que emana desde un núcleo incandescente, el artista recrea un campo energético donde las figuras humanas parecen ser simultáneamente producto y víctima de una fuerza primordial.
El uso del color —particularmente el degradé del rojo al amarillo— no responde únicamente a una búsqueda estética, sino que funciona como eje simbólico del proceso vital: la expansión, el calor, la luz y su inevitable disipación. En este sentido, González trasciende la representación figurativa para situarse en un territorio intermedio entre lo cósmico y lo orgánico, donde la existencia humana se diluye en el flujo energético del universo.
La técnica puntillista adquiere aquí una dimensión conceptual. Cada punto, cada trazo mínimo, constituye una unidad de energía, una partícula que participa del todo. Así, el artista reinterpreta la herencia divisionista del siglo XIX desde un lenguaje contemporáneo, vinculado a la física de la luz y a la fragmentación perceptual del mundo digital.
Las tres figuras humanas orbitando el núcleo luminoso evocan tanto la génesis como la entropía. Su disposición centrífuga sugiere una narrativa de expulsión o caída, pero también puede leerse como una metáfora del impulso creativo que disgrega para generar nuevas formas de existencia. En ese desplazamiento constante, Explosión Primaria plantea una crítica implícita a la idea de permanencia: todo lo que nace está condenado a irradiarse y transformarse.
La obra se inscribe dentro de la poética visual de Artcore, caracterizada por la exploración de la energía, el cuerpo y la expansión cromática como elementos de diálogo entre lo físico y lo espiritual. González nos enfrenta, así, a un universo donde el ser humano no es el centro, sino apenas una vibración más en la totalidad lumínica del cosmos.
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